Tenemos demasiada integrada en nuestro lenguaje la idea de la culpa. Con frases como “no es mi culpa”, “¿de quién fue culpa?” o “me siento culpable”, llenamos nuestra vida de este sentimiento. El problema con esto es que nos quedamos en la emoción y no nos movemos a la solución. La emoción es el puente entre el problema y la solución, pero si nos sentimos culpables nos quedamos en la emoción. Una manera de movernos de la culpa a la solución es en ser empáticos y compasivos con nosotros mismos. No desde la lástima, si no desde el entendimiento y la aceptación de que lo que estamos viviendo está difícil y es por lo tanto razonable sentir lo que estamos sintiendo: ya sea frustración, enojo, miedo o cualquier otra emoción.
Así que cuando te sientas culpable por no ser la mamá o papá que te gustaría, cuando eches culpas a otros o motives a tus hijos a buscar culpables, mejor pongan palabras a lo que sucedió: “Me siento triste de que no pude jugar contigo en todo el día”, “Me siento frustrado de que grité así.”, “Veo que no pudieron ponerse de acuerdo y se lastimaron.”. Hacerlo construye un puente que nos permite transitar del problema a una solución sana para todos.

APRENDIZAJE: Una respiración profunda hace una diferencia importante. Atrévete a hacerla en el momento adecuado y promueve una convivencia familiar más sana y pacífica.El pensamiento y el lenguaje delinean nuestras actitudes y emociones. Cambiar la culpa por una descripción de lo sucedido, puede ayudarnos a calmarnos y buscar soluciones asertivas a los problemas. OJO: Es importante cuidar no devaluar las emociones fuertes como el enojo, la frustración o el miedo.